viernes, 14 de enero de 2011

La Bizarrada: Hercules en Nueva York (1970)


Bueno, para hoy una bizarrada mítica, tal vez algunos hayan oído hablar de ella, y seguramente muy pocos la han visto (corrección, a muy pocos se les habrá ocurrido verla). Se trata de Hercules en Nueva York, la primera película de Arthur Allan Seidelman como director, que posteriormente ha dirigido numerosos capítulos de series y películas para televisión, una de las infinitas adaptaciones del héroe mitológico, que quedará para la posteridad por ser la primera película de Arnold Schwarzenegger.
Schwarzenegger, que acababa de ganar su primer Mr. Olympia, fue el protagonista idóneo para esta fanfarronada sin ningún tipo de pretensión en la que Hércules, que se aburre en el Olimpo, es enviado a la Tierra en la época actual (es decir, en los 70), concretamente en la ciudad de Nueva York, pero claro, no está habituado al estilo de vida de los 70 en NY, lo cual le ocasionara bastantes complicaciones, que solucionara continuamente haciendo gala de sus músculos y de su fuerza. Zeus envía a Némesis a castigarlo, pero resulta que Hércules está haciendo amigos y le está gustando cada vez más la vida en la ciudad.
A las claras se ve que el argumento es de lo más estúpido que puede haber, pero no hacía falta ni ver la sinopsis, con fijarse en el título era más que suficiente, tiene toda la pinta de la clásica película que al estilo de los años 50 se basa únicamente en su título, que tiene algo de gancho.
Tras superar la sinopsis, el título y el reparto, y todas las ideas preconcebidas que pueda uno tener sobre esta película (la mayoría de las cuales se hacen realidad), una vez vista no resulta tan desagradable. Se ve que está realizada con unos medios realmente escasos, actores desconocidos y seguramente la mayoría sean aficionados o estudiantes. El director, que ha demostrado tener algo de oficio posteriormente, es consciente de lo que tiene entre manos, y por eso la película no tiene ninguna pretensión, es más en coña que en serio, pero sin caer en lo ridículo (y esto, aunque parezca fácil, no lo es), porque la película lo tiene todo para ser ridícula en todas y cada una de las escenas, que están resueltas con un cierto toque absurdo, de manera que el ridículo queda encubierto por la comedia.
En cuanto a detalles más técnicos, que decir de esa actuación casi inexistente de Schwarzenegger, que se dedica a pasear continuamente sus abultados músculos de un lado para otro, y cuando no los pasea está marcándolos en las habituales posturas de los culturistas. Esas demostraciones de fuerza “hercúlea” apoyadas por unos efectos especiales lamentables. Ese plantel de secundarios y extras lamentables, entre los que destaca un hombre que tiene un par de segundos en escena, y que corre el rumor de que podría ser John Candy, aunque las fuentes más fiables lo desmienten.
Pero lo mejor de la película viene al final, en una escena que resume todo lo que es la película, consistente en una persecución en cuadriga (¡) por las calles de Nueva York  en la que por más que Schwarzenegger se empeñe en azuzar a los caballos, si uno se fija, la velocidad a la que corren es tirando a lamentable, se intenta que el espectador crea que van a todo correr (como en Ben-Hur), cuando van más lentos que una persona corriendo.



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