viernes, 14 de octubre de 2011

De Terrence Malick y su Árbol de la Vida

Hacía tiempo que no actualizaba, pero la entrada es necesaria e ineludible. Y es que el otro día, en uno de esos casos rarísimos en mi (diría que menos de 5 al año) salí (o me sacaron) de casa para ir al cine, para ver…. Sí, adivínenlo… El Árbol de la Vida, la película de la que todo el mundo habla, y nadie para bien… a excepción de Carlos Boyero, pero claro, este dato únicamente sirve para confirmarse en lo dicho.
Vayamos desde el principio, algo sobre el director. Malick es uno de esos tipos raros del cine, que vive al margen de los medios, que no concede entrevistas, y apenas se deja fotografiar (google+imágenes+Terrence Malick, y vemos que apenas hay 5 fotos). Todo esto hace que le rodee un “aura de misterio” que siempre viene muy bien para ser la comidilla de los festivales, y que, como moscas a la mierda, los críticos se te acerquen queriendo ser “el elegido” o “el enchufado”, etc. Y todo esto, ¿por qué?, si apenas ha dirigido 5 películas en 40 años. Tal vez por eso, si entramos en su ficha de Wikipedia vemos que tratan sus “largometrajes” como si de algo místico se tratase. Y eso sin contar con que al público en general, de esos 5 le suenan con suerte los 3 últimos. Pero todos coinciden en lo mismo, esa “fotografía” algo que parece justificar per se cualquier tipo de peliculón o engendro que nos planten en pantalla.
Como breve repaso a su más breve aun filmografía, digamos que la cosa empieza más que bien. Malas Tierras (1973) es una película realmente buena, que merece la pena ser vista. Continua la serie con Días del Cielo (1978, Las Uvas de la Ira de Malick), porque los profundos dramas rurales y agrícolas de la América (USA) profunda son herencia cultural, como el western, pero más “gourmet”, para sibaritas se entiende, gente que considera demasiado vulgar el western, con sus tiros y demás y necesitan ver dramas de gente pobre (gente que no son ellos, claro). La película digamos que también es bastante buena, aunque me parece peor que Malas Tierras, demasiado convencional en algunos aspectos.
La tercera de ellas es la archiconocida La Delgada Línea Roja (1998), algo tan original como una película sobre la Segunda Guerra Mundial, Frente del Pacífico. Una película realmente buena, aunque nada innovadora, tanto como que el título lo toma de una película del 1964 que en España titularon como El Ataque Duró Siete Días (y que argumentalmente tiene bastante que ver, aunque se parece más al dúo Banderas de Iwo Jima). Y aunque la película sea muy buena, le falta originalidad, le sobran escenas y desperdicia bastante el plantel de actores que gasta.
En 2005 se saca de la manga El Nuevo Mundo, que resulta ser la historia de Pocahontas con actores reales. Una película insoportable, que tiene media hora apenas de escenas realmente conseguidas y un exceso de minutos de “fotografía poética”, entre lo que tenemos arroyos, el sol entre las hojas, etc. Tanto cansinear con escenas que podrían estar en una exposición de fotografía y que no tienen cabida en una película, y la nauseabunda (por pastelosa) historia de amor convierten esta película en algo realmente digno de olvidar.
Y llegamos, finalmente, a la película que más atañe hoy, la que ha hecho que todo el mundo asocie su nombre con este título, olvidando tan extensa y laureada carrera. El Árbol de la Vida.
Una sinopsis, más o menos breve, podría decirnos que la película trata de una familia que tiene que enfrentarse a la muerte de uno de los 3 hijos. En un montaje realmente extraño, la madre recibe una carta que le notifica la muerte de un hijo, por detalles que se cazan durante la película, el muchacho, nacido durante los 50, muere con 19 años y aunque no se confirme en la película, mi apuesta es que muere en Vietnam. De ahí saltamos al futuro, el hermano mayor es arquitecto y se siente solo, así que saltamos al pasado, tanto, como que Malick nos lleva hasta el mismo origen del universo, de las estrellas y los planetas, de la vida en la Tierra, los organismos unicelulares que evolucionaron hasta dinosaurios, y de ahí acabaron apareciendo los hombres y nace el ya citado hermano mayor. Tras esto asistimos a 1 hora sobre la infancia del hermano mayor y finalmente regresamos al presente.
La película empieza con una frase de la Biblia en pantalla, y esto ya debería predisponer a cualquier espectador, para un lado o para otro, pero la dosis de religión va a ser abundante.
Volviendo al montaje, la película se divide en dos partes claramente diferenciadas:
En la primera tenemos un ejercicio bastante interesante de cine experimental, una combinación de escenas mudas o con voz en off que nos retratan con bastante acierto los sentimientos de los protagonistas o el propio origen del universo. Fotografía y efectos especiales realmente buenos. Cine experimental realmente bueno, para disfrutarlo quien se atreva con este tipo de cine.
Entonces, poniéndose en el lugar del director, si la película es cine experimental, lleno de alegorías y metáforas visuales, ¿a que viene la segunda parte? ¿Por qué esa larga, aburrida, insustancial y plomiza segunda parte? Si uno decide hacer cine experimental hay que tener las cosas muy claras, hacer una película personal, digan lo que digan después, atreverse con ello. Pero Malick se tiró, misteriosamente, un año entero “puliendo” la película, y eso me hace pensar que esta segunda parte es lo que más modificaciones ha sufrido. Porque media película en la que apenas se habla es algo que apenas se ha hecho desde principios de los 30, y puede que no se entienda, y con el dineral que hemos gastado, hay que atraer al público, así que toma, ya tenemos lo de siempre, un drama familiar, en el que se habla y demás, aunque hay muchas “escenas poéticas” y demás. A mi parecer Malick se vendió por hacer una mezcla de cine, algo comercial-experimental, que contentase más a los productores.
No me extenderé más sobre esta segunda parte, es un sinfín de escenas en las que vemos como el chaval pasa de ser hijo único a tener 2 hermanos, en una familia en la que el padre es un severo y rígido ex-oficial de Marina que impone una disciplina férrea en su casa, y la madre es un “ser de pura vida”, una pusilánime, un cero a la izquierda, una hippie de los 60 mal ubicada 10 años antes. El chico pasara por una época de rebeldía odiando a su padre y por un síndrome de Edipo con su madre. Nada de todo esto sirve realmente para explicar algo sobre el principio o el final, esa “pérdida” del hijo/hermano, un eje central de la película que apenas abarca un 5% de todo el metraje.
Y sí, la fotografía es realmente buena, no vamos a negarlo, y seguro que se lleva el Oscar, pero claro, pretender que esto sea un pretexto valido para que la película en si no importe es una imbecilidad de libro, que solo puede salir de esos pozos negros que son la boca de los críticos que ni contemplan el cine como entretenimiento.
El cine, señores, no nació con el cinematógrafo de los Lumière, con eso nacieron las imágenes en movimiento. El cine en si lo inventaron algunos años más tarde Georges Méliès y Segundo de Chomón, dos genios del artificio que dedicaron su vida a crear entretenidas secuencias repletas de trucos visuales, reproduciendo escenas que no podían verse en la vida cotidiana.
Y eso es el cine, o bien se cuenta una historia perfectamente cotidiana, pero entretenida, algo que haga que el espectador se amenice viéndola, o bien se le planta en pantalla algo que solo tiene cabida en la imaginación.
Y la “buena fotografía”, por si misma, no es nada de eso, es simplemente “buena fotografía” en movimiento o estática, y debería estar en una exposición dedicada a eso mismo, llámenlo X, Exposición de X, pero no Cine. Porque el sol entre los árboles, o un arroyo, por bonitos que sean, y por magnífica que quede la escena/foto, puede formar parte de una película, pero no abusar de ello convirtiéndolo en el atractivo de la película, porque entonces deja de ser película.
Si quería hacer algo así, Malick debería aprender de Andy Warhol, que además de cuadros y otras cosas hizo “películas”, que es de lo que acabo de hablar, pero llevado a extremos realmente aberrantes, tanto como que puso a grabar durante 1 hora el Empire State por la noche, con 2 cojones, sin que pase absolutamente nada. No es cine, desde luego, pero hizo lo que quiso, una mamarrachada, una auténtica mamarrachada.

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